Tertulia Literaria Hispanoamericana
Rafael Montesinos
Curso LIX
La Directora de la Fundación de Colegios Mayores MAEC-AECID
y la Directora de la T. L. H. Rafael Montesinos
se complacen en invitarle a la
sesión 1672ª
Martes, 7 de febrero 2012 - 19´30 horas
Enrique Gracia leerá poemas publicados e inéditos
presentado por Rafael Soler
Tertulia Literaria Hispanoamericana Rafael Montesinos
Colegio Mayor “Nuestra Señora de Guadalupe
Avenida de Séneca, 4 28040-Madrid
Metro Moncloa
MUESTRA DE POEMAS DEL LIBRO
"MENTIDERO DE MADRID"
con las prosas que les acompañan
CALLE DE ECHEGARAY
(Antes calle del Lobo)
A Lina Lence y Luis Gracia
Nadie debiera soportar más peso
del que tiene su propia dignidad.
Impedid que los lobos acumulen
la conciencia y la vendan como suya.
Son lobos mercaderes, ya sabéis,
mercachifles del mundo, poderosos
ahítos de soberbia, tomadores
del dos, del tres, de todo, con permiso
de otros que más que lobos son raposas.
Disfrazados de honor y de justicia,
revestidos de leyes a su altura.
Su dignidad es sólo su poder,
no pesa nada, es pluma, polvo y aire;
los aligera y los encumbra siempre
por encima de todo lo que es justo.
(Los lobos aullarían por la comparación)
La calle de Echegaray se llamó en tiempos calle del Lobo. Se dice que el nombre se debía a un lobo disecado que tenía un taxidermista colgado en la puerta como reclamo de su negocio. Se hizo aún más famoso por la siguiente leyenda:
Los muchachos se divertían en golpear al lobo y salir huyendo. Cierto día, uno de aquellos mozalbetes tuvo la mala suerte de desgarrar la piel provocando que saliese algo del relleno. El dueño, harto de aquellos juegos, salió tras el muchacho y le propinó una cuchillada, tal vez con una de las leznas de su oficio.
Dicen que la madre cogió a su hijo en brazos y corrió por la calles buscando alguien que curase la peligrosa herida. Pasó por una ventana baja tras la que trabajaba el escultor Francisco de Albornoz restaurando una imagen de la Virgen María. Al ver la estatua, la angustiada madre se encomendó a ella y milagrosamente su hijo curó.
Aquella imagen se llamaría después Nuestra Señora de las Maravillas y daría nombre al barrio de Madrid que algunos llaman erróneamente Malasaña.
Y como las historias se acumulan, señalemos que dicha imagen había venido, en el siglo XVII, de la zona de Rodasviejas, en Salamanca, de donde la habían retirado por estar su ermita en muy mal estado. Un paisano que se la quedó la trajo en la albarda de su burro a Madrid y al no poder pagar el portazgo, dejó la imagen en prenda y esta, tras varios propietarios, terminó en manos de Ana de Carpio, esposa del escultor que la reparó. Con el tiempo pasó al convento de carmelitas, del que hoy queda la Iglesia de Nuestra Señora de las Maravillas y los Santos Niños Justo y Pastor, junto a la Plaza del 2 de Mayo. Allí recibió la imagen su nombre de “Maravillas” tal vez por las flores de este tipo en el jardín conventual o por el canto del Magníficat: “El Señor hizo en mí, maravillas…”
CALLE DEL ESPEJO
Aquel espejo fue para la luz, para avisar del riesgo, para decir de lejos que acecha el enemigo, para contar la vida y la sorpresa. Pero ya no hay espejos de esa clase.
Ahora todo es imagen y artificio, sensación de costumbre, gesto inútil, desgastado mirar, reclamo, mentirosa apariencia.
Ahora todo es espejo y disparate, manera de obligar a ser distinto, profesión del engaño, tiempo muerto.
Si vienen a atacarnos no servirá de nada ni el bruñido metal ni el vidrio con su azogue.
Los bárbaros vendrán y no estaremos a su altura, nos hallarán mirando escaparates, sorprendiendo a la nube en la fachada, tercamente instalados en el baño colocando la mueca o la corbata, afeitando el mentón o dando el rimel.
Y va a ser imposible defendernos.
La calle del Espejo parece ser que debe su nombre a que está asentada allí donde hubo una torre de las primeras fortificaciones musulmanas, aprovechadas luego por los cristianos. En latín se llamaba spéculo a dichas torres defensivas.
También se habla de que estas torres se comunicaban y avisaban de posibles peligros a otras de la misma fortaleza o de poblaciones próximas con señales hechas con fuego o espejos según fuera noche o día. Aunque esta práctica también fuera habitual en las tierras defensivas medievales a las que pertenecía la ciudad de Mayrit, la opción, respecto de que diera nombre a esta calle no está del todo confirmada. Es más lógica la derivación latina.
Posiblemente la torre a la que se refiere pertenecía no a la primera muralla de la al-mudaina del Emir Muhammad I, sino a los refuerzos construidos en tiempos del Califa Abd al Rahmman III (primera mitad del siglo X) tras la ocupación por muy breve tiempo que realizó Ramiro II de León en el año 932, quien abandonó la ciudad tras saquearla. Madrid seguiría siendo fortaleza musulmana hasta la conquista definitiva de Alfonso VI en fecha incierta (de
Enrique Gracia
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